Mucho se ha discutido sobre la verdadera aportación de
Gutenberg a la industria de las artes gráficas, aunque de ningún modo se
le puede atribuir la invención de la imprenta, cuyos principios eran
explotados con anterioridad a sus descubrimientos. Ya a comienzos del
siglo XV se imprimían naipes y estampas con motivos religiosos, mediante
la aplicación de una plancha de madera grabada y embadurnada con tinta
grasa, sobre el papel o el pergamino. Este procedimiento de impresión,
la xilografía, era originario de Extremo Oriente, China o Corea, y entró
en Europa a través de Italia.
Tampoco fue mérito de
Gutenberg la composición de textos con caracteres móviles, es decir, la
fabricación de letras o símbolos individuales. Esta práctica surgió de
un modo natural, a través de la necesidad de introducir correcciones en
los textos de las planchas xilográficas, ya que era necesario extraer la
letra a sustituir y reemplazarla por un taquillo o dado de madera que
llevase grabado en relieve el nuevo carácter. El verdadero mérito de
Gutenberg fue el perfeccionar estas técnicas hasta conseguir un
procedimiento tipográfico que ha permanecido sin apenas cambios hasta
los primeros compases del siglo XX.
Para ello
procedió a sustituir la madera por el metal, fabricando moldes de
fundición capaces de reproducir tipos metálicos suficientemente
regulares como para permitir la composición de textos. Fue esta
invención, la impresión tipográfica con tipos móviles metálicos, la que
dio origen al libro moderno.
Mucho se ha discutido también sobre la autenticidad de
sus aportaciones. El hecho de no haber dejado su nombre en ninguno de
los libros por él impresos, junto con las sombras que existen en torno a
su vida, ha dado pie a atribuir a otros los méritos de su invención. El
principal adversario en disputarle el descubrimiento ha sido, y para
algunos sigue siendo, Laurens Janszoon Coster, un impresor de Haarlem
del que se dice que inventó el tipo móvil metálico unas dos décadas
antes que Gutenberg. De hecho, se han encontrado incunables en Holanda,
confeccionados con tipos móviles, que muy bien pudieran haber salido de
su taller. No obstante, lo defectuoso de la impresión ha llevado a
muchos eruditos a pensar que Coster se sirvió de punzones de madera y de
moldes de arena fina o de arcilla para fabricar los tipos de imprenta,
atribuyendo a Gutenberg el punzón metálico y el molde de fundición, sin
cuyo concurso la tipografía no hubiese sido posible.
Su trascendencia
La
invención de la imprenta con caracteres móviles, obra del alemán
Johannes Gutenberg, es uno de los grandes hitos de la historia de la
cultura. La posibilidad de realizar tiradas de múltiples ejemplares de
libros facilitó el acceso de un mayor número de personas en todo el
mundo al saber escrito y conllevó radicales transformaciones en la
política, la religión y las artes.
El impacto de la
invención de la imprenta fue tremendo. La producción de libros durante
los primeros cincuenta años después de la decisiva aportación de
Gutenberg fue, casi con toda seguridad, mayor que en los mil años
precedentes.
La imprenta de Gutenberg provocó una
verdadera revolución en la cultura. El saber escrito dejó de ser
patrimonio de una élite y se extendió a amplias capas de la población.
La escritura fue sustituyendo a la tradición oral como forma
privilegiada para transmitir conocimientos, a la par que las
publicaciones impresas, como libros o periódicos, se generalizaron. A
principios del siglo XX la escritura impresa ya era el medio
predominante en Occidente para la difusión del saber. Además de su
enorme significado para la religión, la política y las artes en general,
fue este un avance tecnológico que facilitó todos los demás que le
siguieron.
Los cambios que trajo consigo la imprenta de Gutenberg sólo son
comparables a los que está originando la generalización de la
informática en el umbral del siglo XXI. Los ordenadores están
sustituyendo a los documentos impresos como instrumentos para transmitir
y conservar los textos. Sin embargo, el libro, tal como lo hemos
entendido hasta la actualidad, continuará siendo de gran utilidad
durante mucho tiempo. Podría decirse que aún vivimos en lo que el
sociólogo canadiense Marshall McLuhan denominó la «galaxia Gutenberg»,
la época de la historia marcada por el predominio de la letra impresa.